La opción es la paz
Miguel Ángel Delgado R. y Carlos Castañeda Ravelo
Ejecutivos CUT Bogotá Cundinamarca
Tantas veces la vida nos pone en disyuntivas difíciles que llegamos a considerarlo como natural. Para los que hemos consagrado la vida a la causa de la emancipación política y social de los trabajadores y las masas oprimidas, este axioma es mucho más evidente a cada paso, máxime en este campo sometido al escrutinio y hasta el oprobio público. Bueno, la decisión que a continuación exponemos es una de esas veces.
Resolvimos, como militantes del Partido del Trabajo de Colombia y junto a numerosos compañeros políticos del Progresismo que la opción, bajo las actuales circunstancias, es la paz y la defensa de la Bogotá Humana. La cuestión hasta aquí parecería sencilla, sin embargo la forma que toma, de votar por Santos en primera y segunda vuelta, es lo complicado.
Nuestra central ha venido señalando sin pausa pero con profundas razones el carácter neoliberal y de alfil de las multinacionales y de Estados Unidos del presidente Santos. En lo laboral hemos dicho que “perdió el año” tal como lo afirma un artículo de la Agencia de Información Laboral publicado en esta misma edición. El eje central de su plan de desarrollo es la locomotora minera que atenta contra los recursos naturales y la conservación ambiental de país. Y de contera se enredo, como tonto, en el complot contra Gustavo Petro, a un costo descomunal para su propósito reeleccionista. Todas estas características las hemos destacado en nuestros escritos e intervenciones.
También hemos recalcado sin ambages que la Colombia de hoy, sumida en el infierno de la guerra, la muerte, la desolación y la desesperanza (con ocho millones de desplazados), necesita ya, como prerrequisito de todo, salir de esta situación. Así lo entienden vastos sectores sociales y económicos de la nación. Será tan profunda esta realidad, que hoy el país se polariza entre los partidarios de la paz y las fuerzas oscuras promotoras de la guerra. Entre Santos y Uribe-Zuluaga. No es posible otra opción a pesar de nuestros deseos. Los sabios aconsejan no decidir, sobre todo en política, por los deseos sino de acuerdo a la realidad concreta. Y sobre esto último decidimos lo que vamos a hacer.
Sufriremos la incomprensión y el señalamiento. Perderemos amigos y aumentaremos el rencor de nuestros contradictores. Pero la paz y la democracia bien valen una misa. En breve tiempo y por los resultados cantados de las elecciones del 25 de mayo, recuperaremos las amistades, por que confiamos en que entenderán. El rencor no cesará, aunque la fuerza de nuestros argumentos, reforzados por la tozuda realidad, les demuestre que por el bien general del país y por la supervivencia de un proyecto político que no puede avanzar en medio de la guerra, esta es la única decisión eficaz y posible.
El anuncio que desde La Habana se hiciera al término de la semana y diferentes encuestas de opinión sobre las candidaturas presidenciales, marcan dos asuntos que refuerzan, en concreto, nuestra determinación.
Al acordar el tercer punto sobre narcotráfico y cultivos ilícitos, las conversaciones de La Habana se acercan a un desenlace positivo, es decir, podemos afirmar que hoy el acuerdo político, para darle una salida al conflicto armado que ha desangrado la nación, está más próximo a realizarse. Sería entonces un contrasentido el cambio de uno de los actores, el gobierno de Santos, quien ha concitado no solo a una opinión pública que desea esta salida, sino a sectores económicos de los llamados cacaos y otros sectores del establecimiento en torno a la búsqueda negociada de la paz.
Se podría argumentar que las enormes falencias sociales de la Unidad Nacional, articulada a sus graves problemas de manejos políticos, serían suficientes para no permitir la continuidad de Santos. A cambio, otros candidatos adeptos a los diálogos para conseguir la paz, como Peñalosa o Clara López, serían opción para conseguir este objetivo y dirigir los destinos del Estado en mejor forma. Pero la enorme polarización del país entre el santismo y el uribismo, reflejado en casi todas las encuestas públicas y privadas, nos llama a la reflexión del peligro inminente que significa la posibilidad real que la fuerza partidaria de la guerra y el oscurantismo, se monte en el gobierno y suma a la nación en un nuevo periodo de horror y sangre, en el cual la paz, la democracia y la posibilidad de gobiernos alternativos y populares se extinguirían por muchas décadas.
La firma del acuerdo entre el partido Liberal y sectores del Movimiento Progresistas refrendada el pasado 13 de mayo, el cual hacemos nuestro, denominado “Bases para una alternativa de fortalecimiento al Estado Social de Derecho y a la paz” que básicamente está dirigido a darle un respaldo político a las conversaciones de La Habana y a la Bogotá Humana, marca las coincidencias que nos permiten plantear esta polémica pero correcta decisión.
Bogotá, 18 de mayo de 2014